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La fiesta del horror

Por Cecilia Pérez Mora, académica Facultad de Estudios Teológicos y Filosofía UCSC
Imagen de portada

La finalización del mes de octubre e inicio del mes de noviembre son fechas esperadas debido a la celebración de tradiciones antiguas y otra más actual. Estas son la popular conmemoración cristiana del día de Todos los Santos (1/11) junto al día de los Difuntos (2/11), y la relativamente nueva y comercial Halloween o Noche de brujas (31/10). Así, octubre se cierra con dulces y disfraces, y el inicio de noviembre se centra en el recuerdo de los santos mártires y la visita a seres queridos ya difuntos. Pero, debido a la alerta sanitaria, este año las autoridades han decidido cerrar los cementerios desde el 31/10 al 1/11 para evitar aglomeraciones y posibles contagios, solicitando que la gente asista durante la semana y no se agolpe en los cementerios en tan sólo dos días; y han declarado una especie de protocolo sanitario para celebrar Halloween de manera segura. ¿Por qué una fiesta alejada de nuestras raíces y dedicada al terror tiene tal importancia en nuestra sociedad que no puede ser cancelada, y otra tradición ligada a la fe de muchos chilenos se puede pasar por alto? quizás lo que prima es el factor consumo.

Halloween es una fiesta de origen celta fundada en la creencia sobre la noche en que los muertos caminan entre los vivos, pero con el tiempo su naturaleza ha sido transformada por la herencia anglosajona y luego estadounidenses quienes agregaron el tinte monstruoso y brujeril que hoy la envuelve, y a pesar del terror que causa también entusiasma de sobremanera. Si bien los disfraces y dulces son fuente de diversión, su trasfondo llama a estar alerta, algunas razones: el mundo satánico ha elegido la misma noche para celebrar su año nuevo, efectuando rituales en honor a la figura de Satanás y logrando infiltrarse audazmente en estas actividades; la práctica de brujería se hace más potente en esta fecha, la que tiene por objetivo el daño a la persona; así también el culto a lo oscuro y lo sangriento, lo que con ayuda de las películas y comercio se ha ido normalizando, olvidando el daño que puede ocasionar en la mente, principalmente de los más pequeños.

No es malo el querer participar de esta fiesta, pero se debe llamar a la cautela, pues la esencia es el horror y no algo que aporte a la felicidad y el bien de las personas. Esta noche ha dejado en segundo plano una tradición antigua, no se permitirá la visita a los cementerios en una jornada que para muchas familias es costumbre; no obstante, el amor por nuestros seres queridos que ya no están físicamente se expresa en el mantenerlos en nuestros recuerdos y oraciones, ya que se entiende que hoy lo primordial es cuidarnos por el bien de todos, pero ¿es válido que para una fiesta comercial el llamado haya sido a no usar máscara sobre la mascarilla y no a la abstención por el riesgo que ello implica?.

Ante lo complejo que puede ser el negarles la participación a los niños en esta fiesta del horror, los insto a que se cambie la perspectiva y, por ejemplo, nos sumemos a la iniciativa de la Iglesia de Concepción con la Fiesta de la Luz (víspera al día de Todos los Santos), donde los niños se disfrazan con sentido y comparten mensajes de amor y esperanza en torno a la fe, siendo este año de manera online.