El ecumenismo ha sido una preocupación constante de la Iglesia Católica, plasmada en certeras orientaciones, a saber: el Decreto conciliar Unitatis Redintegratio (Pablo VI, 1964), la carta Encíclica Ut Unum Sint de Juan Pablo II en 1995; la Declaración Dominus Iesus De la Congregación para la doctrina de la fe del año 2000 -por citar los documentos más conocidos-. Pero junto al trabajo magisterial, también se ha desarrollado un serio acercamiento colaborativo con las iglesias. Porque el ecumenismo es un camino de unidad, pero –como muy bien lo ha expresado el Papa Francisco- “La unidad no es fruto de nuestros esfuerzos humanos o el producto de diplomacias eclesiales, sino es un don que viene de Dios y antes de ser una meta es un camino, que tenemos la tarea de impulsar” (Discorso ai partecipanti alla plenaria del Pontificio Consiglio per la Promozione dell’unità dei Cristiani, 10 nov 2016).
¿Cómo se puede realizar esta unidad? Nos dice Francisco: “La unidad se hace caminando, para recordar que cuando caminamos juntos, es decir, cuando nos encontramos como hermanos, rezamos juntos, colaboramos juntos en el anuncio del Evangelio (…) ya estamos unidos” (Idem). La unidad, por tanto, se construye en el hacer –y en este sentido-, el Consejo Ecuménico de las Iglesias, en 1952, orienta diciendo hay “que hacer juntos todas las cosas, salvo en aquellos casos en los que las profundas dificultades de convicciones impongan actuar separadamente”. Pero aún en las diferencias, tenemos ejemplos paradigmáticos que desde la alta reflexión y la disposición sincera de búsqueda de la verdad, se puede incluso caminar en la unidad, estudiando los temas que entre cristianos nos alejan.
Así, por ejemplo, los muchos estudios existentes desde el año 1972 entre la Iglesia Católica y la Federación Luterana Mundial, con temas como: El evangelio y la iglesia (1972), La eucaristía (1978), Todos bajo un mismo Cristo (1980), Caminos hacia la comunión (1980), El ministerio en la iglesia (1981), Martín Lutero, testigo de Cristo (1983), Confrontando la unidad. Modelos, formas y fases de sociedad eclesiástica católico-luterana (1984), Iglesia y justificación (1993), La apostolicidad de la iglesia (2006) y el reciente documento del 2013, denominado: “Del conflicto a la comunión. Conmemoración conjunta Luterano-Católico Romana de la Reforma en el 2017”, que se elaboró como preparación para el presente año.
El cultivo de una fe genuinamente cristiana, la vivencia bautismal, la acción social anclada en el compromiso con el hermano más necesitado son elementos de unidad, que unidos a la voluntad de caminar juntos, contribuyen ciertamente a un encuentro fecundo. Por lo tanto, las iglesias cristianas tenemos muchos puntos en común que, si los sabemos aprovechar, serán elementos constitutivos de un camino por donde transitar hacia la unidad.